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Yoga oncológico para la armonía cuerpo-mente

Relajación milenaria contra el cáncer

  • 16-Febrero-2022 5:40
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Cuando la periodista sevillana Nuria Tamayo superó el cáncer, decidió ayudar a otras personas a salir adelante, y se hizo experta en yoga oncológico, que ayuda a que, mediante las posturas con las que trabaja, mejoren las condiciones físicas del cuerpo que está siendo afectado por la enfermedad e intervenido por los tratamientos.

Es algo que relativamente poca gente conoce, pero que en la localidad sevillana de Tomares gana adeptos cada día en el gabinete situado en la calle Virgen de los Dolores, donde personas de distintos sexos, edades y tipos de cáncer que sufren un han sufrido se reúnen en torno a ella cada tarde, en un ambiente de relación donde el silencio solo lo rompe una música relajante y las instrucciones que va dando a la gente que la rodea en forma de círculo.

Y es, como recuerda la propia periodista, una persona que sufra, como le ocurrió a ella misma, cáncer de pecho, puede tener movilidad reducida del brazo como consecuencia de la cirugía, y puede tener movilidad reducida del brazo, ya sea por cuestiones físicas o mentales, ya que el cerebro puede rechazar mover el brazo completamente por miedo al dolor.

Es una de las dolencias paralelas asociadas al cáncer, para las que se aplica el yoga, con el fin de ayudar a la rehabilitación física y reconstruir “un espacio de seguridad” para la persona, uno de los principales objetivos de esta llamativa forma de luchar contra esta enfermedad.

En una pausa de su clase, Nuria Tamayo afirma categóricamente que “el yoga me salvó la vida”, y rememora que comenzó a practicarlo “cuando terminé con la radioterapia, y después decidí hacerme la formación necesaria para ayudar a otras personas”.

Todo, tras volver al cien por cien a la actividad tras dejar atrás el cáncer de mama, y comprobar, tanto como alumna como siendo profesora, que “el yoga era muy beneficioso no solo para recuperar la movilidad, sino emocionalmente, porque para mí fue una tabla de salvación”.

“Básicamente, decidí que tenía que enseñar lo que sabía a otros enfermos”, resume, pero con la premisa de adaptar sus clases a cada persona que tiene delante y acude a ella para recibir ayuda, por lo que trabaja “con una adaptación del yoga que va aplicando en función del momento del tratamiento en que se encuentre el enfermo”.

Por eso, por la versatilidad que tiene el perfil de sus alumnos, en su clase se puede ver a gente que se mueven como verdaderos atletas o a algunos para los que mover el brazo con normalidad supone toda una epopeya, como Concha Rodríguez, que trabaja con toda la voluntad del mundo a pesar de estar convaleciente del cáncer de mama que le fue diagnosticado hace un año.

Ella sigue las instrucciones con la ayuda de una silla y unos tacos de madera colocados en el suelo, para poder apoyarse hasta donde su movilidad lo permite, ya que, y no es baladí, terminó la radioterapia hace solo un mes, y todavía no se nota con la fuerza necesaria en el brazo izquierdo como para realizar toda la clase al nivel de sus compañeros.

Pero, por eso precisamente, acude a esta actividad, porque “cuando el cáncer llega a tu vida tienes dos opciones: o lo luchas y te vienes arriba o te hundes en la miseria, y yo decidí que mi vida sería una lucha continúa, y eso estoy haciendo”, entendiendo, como una frase que lleva tatuada en la mente, que tiene que hacer “todo lo que sea bueno para mi cuerpo y para mí”.

La clase tiene un espectador muy especial, el presidente de la Junta Local de la Asociación Española contra el Cáncer, Jorge Jaime, que aboga por que se realicen muchas actividades como esta, que, “aunque parezca raro, ayuda muchísimo, no solo al enfermo, sino a su entorno familiar, que necesita ayuda tanto como el enfermo”.

Con todos esos condicionantes, Nuria aspira, respira y susurra a sus alumnos las posturas que tienen que realizar, se agacha, se levanta, abre los brazos y encorva el cuerpo, y en cada movimiento, en cada respiración, le gana una batalla a una enfermedad que cada vez tiene más esperanza de vida y curación, y contra la que se puede luchar de muchas maneras, incluso con una técnica de relajación cuyo origen se pierde más allá de donde la mente, por muy relajada que esté, puede imaginar.

EFE

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