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Literatura venezolana sigue a la sombra de Gallegos

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  • 25-Julio-2020 8:33
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En Twiter se preguntó: "¿Cuál es su novela favorita de la literatura venezolana?". Se recibieron más de mil respuestas destacando Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, seguida por Ifigenia de Teresa de la Parra, Las lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri y Casas muertas de Miguel Otero Silva. La mayoría de los participantes se enfocó en clásicos que, por lo general, son leídos en la etapa escolar. En las pocas menciones a títulos más contemporáneos aparecieron los nombres de Eduardo Liendo, Francisco Massiani, Alejandro Rebolledo, Francisco Suniaga y Eduardo Sánchez Rugeles.

Ante este resultado, consultamos a los especialistas Ana María Velázquez y Ricardo Ramírez Requena, escritores venezolanos que se han dedicado al estudio y enseñanza de la literatura, para entender qué pasa hoy con las letras venezolanas y la poca visibilidad de sus nuevas voces.

Influjo galleguiano
Rómulo Gallegos (1884-1969) es, sin lugar a dudas, el escritor más importante de la literatura venezolana y su emblemático personaje de Doña Bárbara se convirtió en un referente que ha sido llevado tanto al cine, inmortalizado por María Félix, como a la televisión. Además, uno de los premios literarios más importantes de las letras hispanas lleva su nombre, a pesar de los escándalos y controversias de sus últimas ediciones.

Más allá de eso, la tradición literaria de su obra sigue vigente en los lectores venezolanos. Para Ramírez Requena este fenómeno se debe a los programas del Ministerio de Educación y el matiz que como intelectual y hombre público tuvo Gallegos: “Fue el formador de la Generación del 28, jóvenes que luego participarían en lo que fue la democracia en Venezuela. Además, fue político, luchador social, presidente del país y en su literatura marca una impronta de la palabra como una herramienta transformadora de la sociedad y eso se mantuvo durante la democracia, en especial con los gobiernos adecos, y en los programas del Ministerio de Educación. Debemos recordar que el primer acercamiento de las personas a los libros no viene del hogar, su primer contacto es de los colegios y por mucho tiempo también lo fueron las bibliotecas”, explica, destacando que toda la obra de Gallegos es magistral, reconocida por la crítica y que recorre una forma de entender al escritor del siglo XX.

Por su parte, Velázquez señala sobre el mismo tema: “Sin duda que en el país hay fallas editoriales y de distribución muy grandes que impiden la difusión de nuevos autores y de nuevas novelas. Sin embargo, también está el asunto de la identificación de los venezolanos con el tema del héroe planteado en Doña Bárbara. En nuestra sociedad, lo heroico es un elemento intrínseco a nuestra historia cultural, a nuestro sentir nacional. Esta novela propuso en su época una ruptura importante con la novelística que se había venido escribiendo en Venezuela, encantó a una sociedad que buscaba sentido en todos los cambios que estaba experimentando en su búsqueda de la modernidad. Por otra parte, un protagonista como Santos Luzardo, un héroe civilizatorio que busca imponerse sobre la barbarie, por cierto, representada por una mujer muy fiera, retrato fundamental de discriminación femenina porque es en la mujer donde se pone toda la maldad, es muy atractivo para el público en general y ha sido objeto de profundos estudios críticos”.

Destaca también, y al igual que Ramírez Requena, la importancia de la escuela en la difusión de su obra: “La obra forma parte del pensum de estudios literarios de la secundaria y era de lectura obligatoria. No hubo joven que no leyera Doña Bárbara, no hubo profesor que no exaltara la figura del héroe como modélica e ideal. Más allá de la producción editorial, extensa y constante, pienso que los venezolanos consideran a Doña Bárbara como una gesta épica propia que nos refleja como personas capaces de luchar y de imponerse a las condiciones más adversas de la existencia, aunque sea una visión romántica, utópica y con profundos rasgos clasistas y machistas”.

De Teresa a Victoria: plumas femeninas
Si algo destacó en las respuestas recibidas ante la pregunta formulada en Twitter, fue la poca mención de las novelas escritas por mujeres. Ambos especialistas están de acuerdo que ello ocurre por desconocimiento y que, al contrario, las letras venezolanas tiene voces femeninas que son necesarias e interesantes de explorar, a pesar del machismo literario que incentiva su invisibilización.

Velázquez destaca que hoy se están realizando desde la academia estudios importantes sobre la literatura escrita por mujeres y en particular su aporte vanguardista: “Teresa de la Parra logró imponerse en el gran público con una novela moderna que se convirtió en una denuncia de la indefensión de la mujer ante el poder patriarcal. Ifigenia es la imagen de la mujer sacrificada para mantener el estatus quo en una sociedad fuertemente jerarquizada”.

Menciona asimismo lo significativo de las obras de Ana Teresa Torres e Inés Quintero: “Sus protagonistas son mujeres con vidas muy restringidas por las épocas que les han tocado vivir, quienes, sin embargo, encuentran su libertad. Pienso que lo heroico está muy fuertemente enraizado en la psique colectiva por nuestros grandes héroes independentistas y conocer ahora a mujeres valientes del pasado colonial, también es atractivo para el gran público. Inés Quintero sacó a la historia colonial del closet, por decirlo de alguna forma, y la puso al alcance del lector común. Fue vanguardista, exploró lo íntimo y lo cotidiano, los amores y decepciones de generaciones épicas. Esto es subversivo. Hay una novela de Ana Teresa Torres, Los últimos espectadores del acorazado Potemkin, que se sale de lo histórico y plantea un mundo existencial muy importante en un país en el que nacía un sentimiento distinto. Fue publicada en el año de 1999 y muestra unos personajes contemporáneos que experimentan una vida sin muchos logros ni contrastes, reflejando la decadencia de esos momentos en el país”.

Ramírez Requena considera que la huellas de Teresa de la Parra y Antonia Palacios marcaron una pauta: “Es cierto que hubo un desprecio a ciertas categorías de lo íntimo que aportaba la literatura escrita por mujeres, también una impronta machista importante que etiquetó la literatura escrita por mujeres 'sólo era para las mujeres'. Por otra parte, sí siento en la crítica, los escritores y cada vez más en los lectores, desde hace unos treinta años para acá, un cambio significativo, ese cambió comenzó en los años noventa tanto en la poesía como en la narrativa y en la academia y han permitido conocer el trabajo de autoras como Ana Teresa Torres, Victoria De Stefano, Milagros Mata Gil y otras autoras más contemporáneas que han tenido el acompañamiento de la industria editorial, han salido a un mercado y llegado a lectores especializados”.

Apostar por lo digital
Bastante conocida es la difícil situación que en los últimos años ha enfrentado la industria del libro en Venezuela ante la salida de grandes sellos editoriales, la precaria situación de las independientes, la ausencia de ferias del libro y la lectura, y el cierre significativo de librerías que impide la distribución de las obras. Todo esto choca con otra realidad más latente: la crisis económica y la dolarización del mercado obligan a establecer prioridades en los gastos del ciudadano común; el libro pasó a ser un artículo de lujo. Para el Estado ni siquiera es un artículo prioritario.

Ante este panorama, Ramírez Requena recuerda: “Cuando el chavismo llegó al poder, desde la industria editorial se instrumentaron ciertas políticas, algunas se mantuvieron y para mí fueron positivas como las antologías y las recopilaciones de clásicos venezolanos hechos por Carlos Noguera en Monte Ávila y que Biblioteca Ayacucho mantuviera su línea institucional. Esto se combinó con un proceso de ebullición, a partir del control de cambio las editoriales empiezan a invertir en Venezuela y a publicar autores locales. En la mayoría de los casos fueron apuestas interesantes, pudimos conocemos a muchos autores. Lamentablemente algunos no tuvieron una continuidad escritural de producción. También salieron muchísimos libros al mercado, pero quizás no había la cantidad de lectores”.

Sobre este aspecto se le preguntó a Ramírez Requena si quizás el problema se centraba en que la mayoría de los libros publicados en esa época tenía como tema central lo político: “Precisamente es el tema político e histórico el que capta y gusta al lector venezolano, que entiende que la novela histórica es propiamente literatura; es decir, hay una desconfianza hacia la ficción en el lector venezolano, y por eso hay una obsesión por el dato, por la historia pública en detrimento de la intrahistoria y de la historia íntima”.

Ante este panorama, Ramírez Requena reflexiona sobre la importancia de pensar en la distribución del libro en digital, tomando su experiencia con los libros publicados por la Fundación La Poeteca en este formato y su gran receptividad. Y llama la atención sobre la necesidad de diseñar un programa a largo plazo para divulgar y hacer circular los libros de forma masiva en los colegios y bibliotecas.

Velázquez también apuesta por los libros en digital como salida al cerco editorial: “En las redes sociales e Internet se están proponiendo alternativas de producción editorial que, de alguna manera, están incidiendo en el gusto del lector actual. Esto abre el abanico de posibilidades para dar a conocer nuevas voces junto con voces consagradas en el país. Con estas propuestas, no siempre la editorial tradicional es necesaria”.

Velázquez sí considera que lo reiterativo del tema político en la literatura venezolana ha alejado a los lectores, “estos lectores siguen buscando en la lectura un refugio y un espacio para entretenerse o para encontrar un sentido a la vida, para verse reflejado en ella, y no para encontrar un recordatorio constante de la situación del país que leemos en los medios y en redes sociales todos los días”.

Finamente, destaca el caso de ruptura y el fenómeno que fue a finales de los años noventa la novela Pin Pan Pun de Alejandro Rebolledo, que marcó a una generación: “Se convirtió en una novela de culto entre los jóvenes, se leía en fotocopias y se la pasaban de mano en mano porque se agotó muy pronto la primera edición. Esa novela planteó un mundo de jóvenes extraviados tratando de aferrarse a cualquier cosa en una sociedad que se estaba hundiendo. Se centró en el problema existencial de la persona sola ante un mundo caótico, llena de sueños imposibles, rodeada y asechada siempre por el peligro, por la muerte, por la carencia, sin propósito ni sentido. Fue publicada la primera vez en 1998, justo cuando se cerraba en Venezuela un ciclo político y económico de cuarenta años. Nos representó como un espejo oscuro y eso la hizo emblemática para una generación y no necesitó mucho empuje editorial para imponerse”.

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